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Desde las raíces hasta hoy.

Empecé a ir a clases de música desde muy pequeña gracias a mis padres. Ellos me apuntaron a la Escuela de Música El Capricho, en mi barrio, la Alameda de Osuna. Pasaban los años y cada día me apasionaba más cantar, tocar... A los 8 años empecé a aprender flauta travesera. Mi profe Miguel es uno de los motivos por los que desde tan pequeña dijera que quería ser músico. Era paciente con todos, nos hacía reír y nos animaba día a día. Tampoco puedo dejar de mencionar a Juan Carlos, que hacía de la percusión la herramienta más divertida para aprender música y el coro como medio para dejar fluir miles de emociones. Si alguna vez me escucháis cantar la B.S.O. de El Zorro, ¡echadle la culpa a él! Decidí que quería entrar al Conservatorio Profesional así que mi profesora de flauta del momento, Ana, se empleó en cuerpo y alma para prepararme para el examen. Ella y mi pianista acompañante, Mónica, son dos personas a las que quiero y admiro y estaré eternamente agradecida por absolutamente todo lo que me siguen aportando, ahora más que nunca. Recuerdo que en el examen me equivoqué tocando la Sicilienne, de Fauré, y pedí volver a empezar. Lo último que recuerdo es estar en casa de mis abuelos y saber que había entrado. Estudié el Grado Medio en Arturo Soria, y puedo decir que fueron seis años mágicos. Tuve profesores increíbles, como Fernando en Historia de la Música, Guadalupe en Música de Cámara... Pero en especial, la más especial, Marifé. Marifé fue mi profe de flauta durante prácticamente todo el grado medio. Ella fue mi protectora y acompañante. Me empujaba cuando sabía que podía dar más y aplaudía todos mis logros junto con Palme, mi pianista acompañante, con la que podía tocar horas y siempre era especial. Acabé el Grado Medio con mención de honor, por lo que tuve la grandísima oportunidad de tocar de solista en el Auditorio Nacional. Quienes me conocen saben que los movimientos lentos son mi predilección, así que elegí tocar el II movimiento del Concierto en Re Mayor para flauta de Reinecke. En Arturo Soria también acabé conociendo a lo que fueron, son y seguirán siendo mis mejores amigos del alma. Mejores personas que músicos, y eso es un gran decir. Preparé con Marifé mi examen de ingreso al Conservatorio Superior, es decir, preparé el examen para entrar en la carrera de flauta travesera. Después de sufrir un poquito, entré y empecé lo que serían cuatro años de aventuras con mi profe, Manolo, todos mis profes y, en especial, mis compañeros y amigos: La banda, las orquestas, los maravillosos grupos de cámara, las clases de música contemporánea con Sebastián, presencia escénica con Elena, Técnica Alexander con Perpe, piano con Arpad, la tortilla en la cafetería... Mi profe Manolo, Vicente, por supuesto, Mariana y Graham, con quien tocar era más una experiencia espiritual que una clase en el sentido estricto de la palabra. Mención especial a Javi, la primera persona que me acercó el jazz y con el que crecí musical y personalmente. Por él comencé a cantar y a tocar este maravilloso género. Segunda mención especial a Luis Ángel, quien me animó a escribir mi propia música y por el que comencé a escribir y cantar mis propias canciones. También hubo momentos no tan buenos, pero con el tiempo, aprendí a abrazar lo maravilloso y dejar de lado aquello que me hizo daño. Pasé una temporada dura, mi relación con la música se había endurecido y, oye, ¡no había forma de ablandarla! Entonces, después de toda mi vida pensando que mi destino era ser músico de orquesta, apareció la pedagogía en mi vida. Para nosotros, los músicos, que damos clase con mil personas, que nos desplazamos por todo el mundo para recibir masterclasses e ir cursos... ¿cómo no lo había pensado antes? Antes de seguir, quiero dedicar unas líneas a lo que considero el mejor pedagogo y profesor del mundo, Salvador Espasa. Llevo 14 años aprendiendo de él y nunca es suficiente. Siempre le he considerado mi padre musical, la persona que sabe dónde tocar para sacar lo mejor de mí y, a día de hoy, sigue siendo una de las personas que más respeto, admiro y quiero. ¿Por dónde iba? ¡Ah, sí! Apareció la pedagogía en mi vida. Empecé como profe de flauta, a preparar a muchos niños y niñas para entrar al Conservatorio. Verles mejorar cada día, su ilusión, todo lo que aprendía yo de ellos y ellas... no hay nada comparable. También tuve alumnos que no tenían que pensar en exámenes y lo hacían por placer. Personas que de adultas querían ser más felices introduciendo la música en sus vidas y se dedicaban en cuerpo y alma a cada pequeña tarea que les encomendaba. Enseñar es el mejor regalo. Al formarme en Music Leaning Theory descubrí para qué estaba yo en el mundo y cuál era mi camino. Así de simple. No puedo describir con palabras la paz interna que me invadió, el amor que salía por mis poros y la felicidad que emanaba. Ese mismo año, María y Yeray, dos amigos maravillosos a los que quiero y admiro, me hicieron un hueco en su proyecto y comencé a dar clases de estimulación musical temprana a bebés y niños hasta los 5-6 años. Aún sigo trabajando con ellos, nunca dejo de disfrutar y aprender de ellos dos. Llegamos al día de hoy, al nacimiento de El Arcoíris de Música, mi arcoíris. Necesitaba ser un alma más creativa todavía, innovar, crear (valga la redundancia)... necesitaba volcar en algo mi alma y espíritu. Así nació mi proyecto. El nombre nació solo. Amo los colores, la lluvia.... amo la música. Si combinamos todo, surge El Arcoíris de Música. El logo nació solo. Cogí mis rotuladores y lo dibujé en mi cuaderno. Mi tía es la artista que lo ha dejado tan precioso. Mi amor por la educación alternativa y respetuosa es bien conocido y quise crear una educación musical respetuosa, donde el ritmo lo marcan los niños y niñas y mi función sea proporcionarles un entorno musical rico guiándoles en su proceso madurativo. Sólo puedo dar gracias a los espacios que confían ciegamente en mí y me abrieron los brazos desde el primer día. En el apartado ¿Dónde? podéis ver dónde crece nuestra semilla. Igual os preguntáis por qué digo "nuestra semilla" cuando soy sólo yo. El Arcoíris de Música sois todos y todas vosotros y vosotras. El Arcoíris de Música son los niños y niñas que me regalan su alegría, son los padres y madres, son las personas que me apoyan y confían en mi cada día. He querido contaros mi historia porque creo que os acercará a mi. Abrir las puertas y ventanas de nuestra vida siempre invita la las personas a entrar y conocer, y eso es algo que me parece fundamental para seguir creciendo y hacer de este mundo un lugar bonito y más humano. Todo mi amor, Andrea, la persona que plantó la semilla de El Arcoíris de Música.


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